sábado, 6 de agosto de 2016

Miembras, lenguaje y género

"Todas las enfermeras están amargadas, y todos los conductores de autobús son unos bordes".

Aparte de la absurda generalidad de esta frase, quiero resaltar otra cosa importante que casi todos obviamos: el género del colectivo al que nos referimos cambia en función de la profesión. Las enfermeras, los conductores, las amas de casa, los ingenieros, las cuidadoras.
La sexualidad en el lenguaje nos define culturalmente, nos delata, y mantiene un lastre en la espalda que parece que no terminamos de soltar. 
Es cierto que cambiar de un día para otro todo un idioma (y más el castellano) en cuanto a igualdad es complicado, y de hecho puede llevarnos a cometer errores, pero es importante que hagamos porque cambie, que la evolución lingüística no la hace el viento, sino las personas.

Cuando entendemos que el lenguaje y el pensamiento van agarrados con fuerza de la mano, hay que pensar para hablar, y pensar lo que se habla. Porque la cultura lingüística no sólo nos lleva a llamar en masculino o femenino a un colectivo por inercia, sino que nos encontramos infinidad de ejemplos en los que las palabras dicen más de lo que parece, y ponen a la sociedad en evidencia. Fíjate en la niña de tu mejor amigo que viene por ahí, "¡Oh!, que princesita, y mira su hermano, está ya todo hecho un campeón". ¿A nadie le chirría esta frase? ¿En serio?

¿Recordáis cuando Bibiana Aído pronunció la frase "miembros y miembras", y en España se alzaron las grandes voces del "ven pa' acá" a reirse por querer cambiar el idioma? Señores, cambiar el idioma es lo natural, el lenguaje está en constante evolución. Algunos decían que había cosas más importantes de las que preocuparse que por el género de una palabra, y yo creo que tienen razón, pero también hay cosas menos importantes de las que se habla más, y no veo por qué este tema no puede ser debatible. O qué pasa, ¿nuestro idioma sólo es objeto de noticia cuando no lo hablan en Cataluña o en País Vasco? Qué triste cuando algo es de interés por su ausencia en vez de por su presencia.

No se trata de poner una @ en todas las palabras a partir de hoy, ni de obligarnos a pensar en género neutro, pero sí hay que reflexionar sobre la capacidad de las palabras para mantener prejuicios; la capacidad que el lenguaje tiene sobre nosotros, sobre nuestra vida diaria y el mantenimiento en el tiempo de pensamientos y conductas. Debemos conceder a la metalingüística un valor que a día de hoy sigue provocando risas.


A ver si progresa la gran idea de que todos aprendamos Esperanto, y creamos un idioma que refleje un ser humano loable.
 

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