miércoles, 22 de febrero de 2017

La España profunda

Últimamente se escucha con frecuencia el término "España profunda" en referencia a una parte de la sociedad española que incluye a habitantes de zonas del interior y en concreto de áreas rurales.

El concepto se utiliza en términos peyorativos, y remarca la baja cultura de éstas personas y sus inclinaciones políticas conservadoras, creando una especie de sociedad alternativa anclada por completo en los años 70, donde el NO-DO sigue contando lo que pasa en los sitios que sí han evolucionado. Cuando se pronuncia, uno no puede evitar pensar en una señora mayor vestida toda de negro, de algún pueblo recóndito de Extremadura o Castilla y León sentada en el poyo de la puerta de su casa.

Aquellos que, saltando en el concierto de su grupo preferido o sentados en una butaca de cine, ondean la bandera de la cultura únicamente como expresión artística, olvidan que el concepto tiene connotaciones tan amplias como años tiene el universo, y que desde luego, decir que alguien "no tiene cultura", es cuanto menos, absurdo en sí mismo, ya que el ser humano por el simple hecho de vivir en sociedad es cultural inevitablemente.
Espero que aquellos que defienden que "cultura" es sinónimo de estudio, y hayan cumplido su enseñanza básica, sepan colocar en el mapa de su país localidades como Zamora, Cuenca, Soria o Albacete sin dudar si alguna es realmente una provincia o para qué necesitan saberlo.

Aclaremos términos: "España profunda" es, en realidad, un ideal de un pasado muy reciente que los jóvenes del siglo XXI atribuimos lejano desde el móvil, pero cuyos pasos nos pisan los talones. Es la historia de tu abuelo, de la posguerra, de la anécdota de turno sobre el hambre y los amigos muertos. Suena a siglo XII, y a capítulo 18 del libro de Historia del instituto.
La mofa de un resquicio de nuestro pasado menos pasado es un insulto a la memoria colectiva de varias generaciones que sacrificaron a veces incluso hasta la dignidad para tener un futuro menos sangriento y difícil. Y aquellos que desde grandes urbes, zonas costeras o simplemente desde encima del hombro miran lo rural con desprecio y gracia por el atraso tecnológico o la escasez industrial deberían saborear las mieles de esa cultura, su cultura, para darse cuenta de dónde vienen.

Olvidar el pasado es dejar el futuro vacío.

Ojalá la señora sentada en el poyo se levante, coja su bastón y nos de a todos un buen capón en la cabeza, a ver si así organizamos bien nuestras ideas.