sábado, 8 de octubre de 2016

Redes sociales y la excesiva positividad

Las redes sociales se han convertido, en poco tiempo, en el eje de la vida de las personas. Si, digo eje y central. Nos levantamos mirando twitter, hacemos el descanso del trabajo ojeando facebook y nos preparamos un rico y bonito plato para subirlo a instagram y después, si eso, comérnoslo.

Ayer fue el día internacional de la sonrisa, y os invito a todos a que sonriáis, ayer, hoy y cada día, siempre con algún motivo. La sonrisa suele implicar felicidad, despreocupación, alegría o vitalidad al que la desprende, e incluso al que la recibe, como una muestra de agrado. 
Pero, ¿por qué mentimos cada día a las personas de nuestro alrededor?. Me refiero a mentir a través de una pantalla, a Whatsapp. Cada día escribimos decenas, centenas de "jajaja" a nuestros amigos y familiares, dando un feedback irreal, dando a entender que nos estamos "muriendo de la risa" y en realidad nuestra cara no ha movido ni un solo músculo, ni lo más mínimo.
Cada día nos vemos bombardeados en redes por mensajes de positividad, de empezar las mañanas bailando, de trabajar sólo alegremente, de dibujar un halo a nuestra vida de felicidad y una cierta pedantería que a mi me tiene sorprendido.
Sorprendido porque son esas mismas personas que después te encuentras por la calle y no paran de quejarse sobre su vida, sobre sus trabajos, sus sueldos, sus rutinas y sus fines de semana vacíos. Y es curioso, te los imaginas tirando el despertador cada mañana con una mano mientras con la otra suben un mensaje positivo a las redes con su café de fondo.

Las redes sociales nos han hecho levantar un poco los pies del suelo, contemplar el mundo desde unos ojos que a veces parece que no son los nuestros. Mi impresión es que pretendemos dar una imagen de nosotros mismos de personas totalmente felices, motivadas, ilusionadas por todo... y eso no es creíble.
Lo importante en la vida no es ser feliz, si no ser realista. Adaptarse a las situaciones que vamos viviendo con las emociones adecuadas, aprender a reconocerlas, gestionarlas y expresarlas de manera natural.
Si dulcificamos todo, corremos el riesgo de no ser capaces de reconocer y actuar en situaciones de tristeza, miedo o ira y con ello, nuestra conducta social física podría pasar por extraña, rara o excéntrica en el mejor de los casos.

(Para los que estén pensando: aquí viene el tío que más usa las redes sociales a contarnos bobadas; si, no me excluyo, la autocrítica nunca es una enemiga)

Sonriamos, lloremos y gritemos, a su debido tiempo. La mejor forma de vivir es sintiéndonos vivos.

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